[…] “Fa, segundo violín, barra dos, dos central sube a La, doble nota, Mi, Sol, Do, clave de la viola, silencio de dos tiempos” [1][…]
Aunque el lenguaje de la música y la escritura es aparentemente imposible de relacionar porque el primero nace de sonidos y los sonidos son abstractos y el segundo nace de palabras o sea de entidades concretas, pienso que ambos lenguajes se necesitan y se complementan.
Tanto la escritura como la composición musical se convierten en un acto reflexivo si en realidad nos sumergimos en ellos y nos volvemos conscientes de su importancia y finalidad. Es aquí donde escritores, músicos y copistas como Anna Holtz en la película “Copiando a Beethoven”, trascienden fronteras convirtiendo estos actos en estilos de vida.
UNA RELACIÓN COMPLICADA
Todavía anonada por la noticia y con gran emoción, Anna Holtz se decía a sí misma “Copiaré a Beethoven”, “Copiaré a Beethoven”… era el sueño que todo estudiante deseaba cumplir, y ella aún siendo mujer y con tan solo 23 años lo iba a hacer realidad.
Esta era su gran oportunidad, no solo para aprender de él sino para comprobar que el talento que Dios le había dado para componer era digno de ser fomentado y escuchado por el genio de genios “Ludwig Van Beethoven”.
Ella lo tenía en un pedestal del cual no quería que descendiera, pero él se encargó de hacer lo contrario con su carácter fuerte, grosería, machismo, imponencia y prepotencia para con ella y los demás.
UNA RELACIÓN FRUCTÍFERA
A pesar de todo Anna no desfallecía, pasaba horas y días enteros copiando la novena sinfonía, ella no asumió un papel de simple receptora o de víctima sino que cuestionaba al genio, lo hacía caer en cuenta de la realidad, le sugería cambios en algunas composiciones y lo hacía sentir importante en una sociedad tendiente a olvidar.
Esta relación se va intensificando y nos vuelve sus cómplices con la abundancia de primeros planos a medida que transcurren los minutos, con las situaciones cotidianas, los momentos en los que trabajan con la música y se van conociendo, y a medida que Beethoven aprende a ver a su copista como una musa inspiradora, una persona de gran utilidad para que sus obras trasciendan el tiempo y el espacio.
UNA RELACIÓN CULMINADA
[…] “ y entonces una voz, surge una voz sola y frágil elevándose por encima de la estrofa, la lucha continúa bajo la superficie – cayendo – si, el primer violín anhela, le suplica a Dios y entonces Dios responde, las nubes se abren, baja unas manos amorosas y te elevan hacia el cielo, el cielo permanece en la tierra en cambio las demás voces se elevan flotando – por un instante – si por un instante en el que se puede vivir eternamente, la tierra deja de existir, el tiempo no tiene límites y las manos que te han elevado te acarician la cara, se amoldan a la cara de Dios y están en armonía, estas en paz y finalmente eres libre”[2].
Así se “fuga” Beethoven de esta tierra y finalmente se culmina esa relación entre músico y copista, entre hombre y mujer, entre descaro e ingenuidad y entre maestro y aprendiz, para comenzar de nuevo un ciclo que consciente o inconscientemente vuelve a unir lo abstracto con lo concreto para convertirlos en una obra de arte.
[1] Extraído de la película Copiando a Beethoven
[2] Últimas palabras de Beethoven protagonizado por Ed Harris en la película “Copying Beethoven”.