sábado, 22 de agosto de 2009

ESCRITOS PRODUCCIÓN DE TEXTO


INICIOS DE UNA CRÓNICA SOBRE EL NEGOCIO DE LA MENDICIDAD

¡Señorita, señorita me puede colaborar!, miro su cara, le pongo tan solo 7 años de edad y no sé si sentir rabia, tristeza, indignación o simplemente sacar una moneda de mi bolsillo e ignorar la situación, son solo doscientos pesos que a mí no me quitan nada pero a él le pueden servir de mucho, ¿pero servir de mucho para qué? Quizá para que lo sigan explotando o para calmar su hambre o la de su familia, en realidad no lo sabía. Desvié unos segundos mi atención del tema mientras pedía una canción, hasta que volví a escuchar esa débil voz, ¡colabóreme la caja de chiclets pequeña vale doscientos y la grande mil pesos! -Evadí su suplica unos segundos- ¿porqué estas trabajando, son las 11:00 de la noche? – el niño me miró y prefirió voltear la cara, ofrecer su mercancía a otras personas y retirarse del lugar.

Me quedé sin encontrar una explicación lógica a esta situación, lo único que me quedó claro fue que en todos los países, por más prósperos que sean, existe alguna forma de mendicidad, lo que pasa es que en las naciones más prósperas estos personajes cuentan con subsidios estatales y tienen seguridad social por esto su número es mucho más reducido.

Según cifras de la Alcaldía Metropolitana, el último censo indicó que en las calles de Medellín hay 3430 niños pidiendo limosna y que el ingreso diario promedio es de 70 mil pesos que ven pasar a las manos de sus “dueños”. En Latinoamérica la cifra asciende a cuatro millones de niños en situación de mendicidad.

Pero, detrás de esa mafia hay un problema social distinto al que cuentan las apariencias. Este es un mercado que apela a la lástima para obtener millonarios dividendos, que en muchos casos no se van al bolsillo de los mendigos.

El negocio de la mendicidad está alimentado por individuos que llegan al punto de diseñar estrategias que incluyen guiones lastimeros o amenazantes; rudimentarios espectáculos circenses de malabaristas y de hombres que escupen o tragan fuego, que simulan limpiar los parabrisas de los carros con un agua pantanosa, que trabajan para que les paguen con monedas que salen por una rendija de las ventanillas entrecerradas.

La Alcaldía de Medellín, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar ICBF, la Policía Nacional, la Defensoría del Pueblo, se unen a la Gobernación de Antioquia para hacer un llamado a la comunidad, pidiendo que se maneje prudentemente el tema de la caridad, al no dar dinero, ropa usada, comida, utensilios usados y otro tipo de artículos a los mendigos.

Es por esto que debemos sensibilizarnos frente a una problemática social de tales dimensiones, entendiendo que la solidaridad debe ser coordinada a través de veedurías locales y no por nosotros, la comunidad en general, ya que así estaremos contribuyendo al bienestar no solo de los mendigos sino de nosotros mismos y de nuestro contexto social.

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